REPSI -
Revista Ecuatoriana de Psicología
https://repsi.org
Volumen 6, Número 15,
mayo-agosto 2023
ISSN: 2661-670X
ISSN-L: 2661-670X
pp. 82 – 95
Impacto de las vacunas contra la COVID-19 en secuelas
post-infecciosas de consumidores de sustancias psicoactivas
Impact of vaccines against COVID-19 on the
post-infectious sequelae of psychoactive substance
users
Impacto das vacinas
contra a COVID-19 nas sequelas post-infecciosas de consumidores de substâncias
psicoativas
Charles Ysaacc da Silva Rodrigues1
charles.rodrigues@ugto.mx
https://orcid.org/0000-0002-3545-610X
Paula Alexandra Carvalho de Figueiredo2
pa.carvalho@ugto.mx
https://orcid.org/0000-0001-8742-2780
Enrique Vázquez-Justo3
enrique@clinicasebam.com
https://orcid.org/0000-0001-7627-6386
Universidad
de Guanajuato. León, México1 y 2
Instituto
de Estudos Superiores de Fafe
(CIDI-IESF), Fafe, Portugal3
Recibido el 7 de marzo 2023 / Aceptado el 25 de abril
2023 / Publicado el 22 de mayo 2023
Escanea en tu dispositivo móvil o revisa este artículo en:
https://doi.org/10.33996/repsi.v6i15.91
RESUMEN
El
impacto de las secuelas post-infecciosas del COVID-19 son un problema real para
el control y tratamiento de las adicciones, debido a que las afectaciones
previas por consumo de sustancias psicoactivas empeoran significativamente, y
algunos de estos déficits serán permanentes en el individuo. Esta investigación
tuvo por objetivo contrastar el efecto de las vacunas con el aparecimiento de
secuelas post-infecciosas del COVID-19 comparando 240 personas, que fueron
divididas en tres grupos. Se evaluaron los procesos cognitivos y de regulación
emocional, a través de la aplicación del MME y de la EDAE, respectivamente. Los
resultados arrojaron datos no significativos en las alteraciones de los
participantes con adicción, antecedentes de COVID-19 y vacunación previa a la
infección, lo que nos lleva a concluir que las vacunas contra la COVID-19 presentan
una importante eficiencia en la protección de secuelas post-infecciosas del
COVID-19, al menos, en personas con diagnóstico de adicción.
Palabras
clave:
Secuelas; Vacunas; COVID-19; Adicción; Cognición; Emoción
ABSTRACT
The impact of the
post-infectious sequelae of covid-19 are a real
problem for control and addiction treatment because the previous damages for
consumption of psychoactive substances get significantly worse, and some of
these deficits will be permanent in the individual. This research was aimed
contrast the effect of vaccines with the appearance of post-infectious sequelae of covid-19 comparing 240 people. The cognitive
processes and emotional regulation were evaluated through the application of the
MME and the DASS-21, respectively. The results yielded non-significant data in
the alterations of the participants with addiction, covid-19 background and
vaccinated before infection, which leads us to conclude that vaccines against
covid-19 present significant efficiency in the protection of post-infectious sequelae of covid-19, at least, in people diagnosed with
addiction.
Key words: Sequels; Vaccines; Covid-19; Addiction; Cognition; Emotion
RESUMO
O impacto das
sequelas pós-infeciosas da covid-19 são um verdadeiro problema para o controlo
e tratamento das adições, porque as afetações anteriores devidas ao consumo de
substâncias psicoativas pioram significativamente, e alguns destes défices
serão permanentes no indivíduo. Esta investigação teve como objetivo contrastar
o efeito das vacinas com o aparecimento de sequelas pós-infeciosas da covid-19,
comparando 240 pessoas, que foram divididas em três grupos. Os processos de
regulação cognitiva e emocional foram avaliados com o MME e a EDAE,
respetivamente. Os resultados mostraram dados não significativos nas alterações
dos participantes com dependência, antecedente de covid-19 e vacinação antes da
infeção, o que nos leva a concluir que as vacinas para o covid-19 têm uma
eficiência significativa na proteção de sequelas pós-infeciosas de covid-19,
pelo menos em pessoas com um diagnóstico de adição.
Palavras-chave: Sequelas; Vacinas; COVID-19; Adição; Cognição; Emoção
INTRODUCCIÓN
Sobre las alteraciones cerebrales de los consumidores
de sustancias psicoactivas cuando comparados con no consumidores, parece
contundente la identificación de déficits cognitivos en la atención
(orientación y concentración), memoria, lenguaje y funciones ejecutivas, a
pesar de que el impacto de estos cambios depende, sobre todo, del estado de
salud previo de la persona que consume, edad, tiempo de ingesta y sustancia
preferencial, siendo que en su gran mayoría son policonsumidores (Da Silva,
Carvalho, Pombo y Gómez 2019; Stock, Rädle, y Beste, 2018). En la regulación
emocional los efectos más significativos se manifiestan en los niveles de
estrés y ansiedad en personas con Trastorno por Consumo de Sustancias (TRS), en
tanto a la depresión, está surge como trastorno puntual y de efecto temporal,
siempre y cuando tratado (Da Silva et al., 2022a; Faraone, 2018).
En una pesquisa orientada a la evaluación de la
corteza prefrontal y monitoreo cerebral de personas con TRS y de no
consumidores, a través de la Batería de Funciones Ejecutivas y Lóbulos
Frontales (BANFE II) y del Neurofeedback, se comprobó que los pacientes con TRS
tenían déficits estadísticamente significativos en la memoria, concretamente,
en los procesos de la memoria de trabajo, espacial, corto plazo, codificación,
reconocimiento, recuperación de datos y memoria prospectiva; del lenguaje, en
el procesamiento semántico, comprensión, fluencia verbal, clasificación
semántica y procesamiento no verbal; de la atención, con base en la orientación
y concentración; y de la regulación emocional, donde se presenta una relación
directa con el bajo desempeño de las funciones ejecutivas y metacognitivas,
funciones que son atribuidas al área dorsolateral de la corteza prefrontal (Da
Silva et al., 2021b).
Con el aparecimiento del COVID-19 se identifican
cambios cerebrales durante el período de infección y más tarde, secuelas
post-infecciosas, es decir, alteraciones neuropsicológicas que aparecen después
de la recuperación. En las primeras investigaciones realizadas se compararon
personas con TRS y antecedentes de COVID-19, con no consumidoras sin
antecedentes de COVID-19, y los resultados fueron similares a los anteriores,
aunque los pacientes mostraron mayor afectación con los déficits. Más tarde, la
comparación se realizó con personas que padecían también de TRS, pero sin
antecedentes de COVID-19, y se constató un incremento en las limitaciones del
lenguaje y funciones ejecutivas, asociado a un aumento no significativo de los
déficits de la atención y de la memoria (Bombón-Albán, 2021; Da Silva et al.,
2022b; Hampshire et al., 2020).
En las mismas circunstancias, y cuanto a la regulación
emocional se identificaron alteraciones estadísticamente significativas en los
niveles de estrés, y mayor afectación en las comparaciones entre pacientes con
TRS y sin antecedentes de COVID-19; aunque lo más interesante de este último comparativo
fue la relación entre cognición y emoción. Se verificó una correspondencia
entre orientación y ansiedad con un grado de relación de 42%, o sea, que la
orientación y ansiedad se afectan mutuamente en un 42%; lo mismo entre atención
y ansiedad con un grado de influencia del 35%, y entre los niveles de estrés y
la orientación con un grado de relación 47% (Da Silva et al., 2022b; Hannah et
al., 2021). Así se evidencia que las alteraciones cognitivas y emocionales son
mayores en personas con TRS y antecedentes de COVID-19 (Soriano y Ancochea,
2021; Hampshire et al., 2020).
Si bien es cierto que la capacidad de infección
patogénica del COVID-19 aumentó de manera exacerbada desde la cepa ómicron
(B.1.1.529 – Sudáfrica), también es verdad que disminuyeron las defunciones y
al parecer las secuelas post-infecciosas (Da Silva et al., 2021a). Asimismo, en
esta ecuación se evidenciaba otra variable muy importante, a parte del menor
riesgo de muerte, es que al momento de esta investigación la mayoría de las
personas estaban vacunadas contra la COVID-19 y, además, se les había aplicado
la primera dosis de refuerzo. De los inmunógenos aplicados en el Continente
Americano, los de mayor distribución, cuando menos, en la América
hispanohablante y el Caribe, fueron los de tipo Adenovirus simple o combinado,
virus inactivo, y apenas en algunos países y para cierto tipo de población, las
vacunas ARN mensajero (Castillo y Castillo, 2022).
Importa referir que los inmunógenos tienen como
propósito evitar la enfermedad COVID-19, resultado de la infección del
SARS-CoV-2, o que esta se manifieste de manera leve, evitando más que nada, una
dolencia severa o la muerte. Cada vacuna presenta un mecanismo de acción
diferenciado, la inmunización por Adenovirus implica instruir a las células
como defenderse del virus compartiéndoles una versión modificada del mismo, es
decir, un vector; el tipo ARN mensajero tiene un proceso similar, pero más
invasivo para el sistema celular, siendo que en estos casos, las células deben
producir una proteína que desencadena la respuesta inmune en el caso de que la
persona se infecte; y las de virus inactivo o atenuados, pretenden, que desde
una proteína o pequeños fragmentos del virus, el químico enseñe al sistema
inmunitario a identificar y atacar el SARS-CoV-2 evitando la enfermedad
(Castillo y Castillo, 2022).
Las vacunas de vector y virus inactivo son,
probablemente, las más conocidas entre las enfermedades zoonóticas, o sea,
dolencias infectocontagiosas causadas por una diversidad de microrganismos
patógenos comunes en animales, pero que también afectan a los humanos, como es
el caso del SARS-CoV-2 (SARS-CoV y MERS-CoV), la influenza, infecciones por
vector (dengue, zika, fiebre amarilla), ébola y más, recientemente, la viruela
símica (Diesch, 1970; Sánchez y Bermejo, 2020). Su efectividad y eficacia son
reconocidas en enfermedades como el ébola e influenza, respectivamente, pero
esto apenas en el caso de la inmunización (Humphreys y Sebastian, 2017; Malvy
et al., 2019); siendo que no existen registros o pesquisas que hayan incidido
en la posibilidad de una disminución de las secuelas post-infecciosas de
zoonosis virales por toma de vacuna.
Considerando lo anterior, y debido al importante
número de secuelas post-infecciosas que deja la COVID-19, tanto en el ámbito
cognitivo como emocional, el objetivo de este trabajo de investigación fue
indagar sobre la posibilidad de que las vacunas, además de evitar la dolencia
severa y la defunción, disminuyan o impidan el riesgo de secuelas
post-infecciosas en pacientes con diagnóstico de TRS y recuperados del COVID-19.
MÉTODO
Esta investigación se fundamentó en un estudio
comparativo que procuró contrastar el efecto de al menos, 3 dosis de la vacuna
contra la COVID-19 (Adenovirus simple o combinado, virus inactivo u ARN
mensajero) y la manifestación de secuelas post-infecciosas derivadas de la
misma infección, en pacientes con diagnóstico de TRS, antecedente de enfermedad
COVID-19 y vacunación previa a la infección; pacientes con diagnóstico de TRS,
antecedente de enfermedad COVID-19, pero que cuando se infectaron aún no
estaban vacunados; además de personas sin TRS y sin evidencia de haber padecido
de COVID-19. Se utilizó un enfoque cuantitativo, a través de medición de
variables independientes.
A su vez, la muestra del estudio estuvo constituida
por 240 participantes, distribuidos de la siguiente manera; 117 mujeres
(48.75%) y 123 varones (51.25%). Los cuales, fueron evaluados entre septiembre
y diciembre del 2022. Cabe destacar que el promedio de edad de la muestra fue
de 44.8 años, con una edad mínima de 19 años y máxima de 86 años; divididos
homogéneamente en tres grupos: un grupo de pacientes con TRS y antecedente de
enfermedad COVID-19, sintomáticos o asintomáticos, recuperados, vacunados desde
antes de la infección, y que hubieran sido diagnosticados a través de la prueba
NAAT (G1); un grupo de pacientes con TRS, antecedente de enfermedad COVID-19, sintomáticos
o asintomáticos, recuperados y sin que estuvieran vacunados antes de la
infección (G2); y un grupo de personas sin TRS, sin antecedentes de COVID-19 y
sin que se haya considerado cualquier esquema de vacunación (G3).
En este mismo orden de ideas, los grupos se clasificaron
de la siguiente forma: G1 conformado por 80 participantes, de edades
comprendidas entre 32 y los 86 años, consumidores de múltiples sustancias
psicoactivas, se tomó como criterios de inclusión: el diagnóstico clínico de COVID-19
a través de prueba NAAT, vacunados antes de la infección, que el tiempo de
consumo se registrara en un espacio temporal superior a 1 año, y que en el día
de la evaluación presentaran un mínimo de 48 horas de abstinencia; G2 agrupado
por 80 participantes, con edades comprendidas entre 20 y los 72 años,
consumidores de múltiples sustancias psicoactivas, y como criterios de
inclusión se consideraron: el diagnóstico clínico de COVID-19 a través de
prueba NAAT, no vacunados antes de la infección, que el tiempo de consumo se
registrara en un espacio temporal superior a 1 año, y que en el día de la
evaluación presentaran un mínimo de 48 horas de abstinencia; y G3 que
igualmente estuvo conformado por 80 participante, con edades entre los 19 y los
79 años, que no eran consumidores y no habían padecido de COVID-19.
Además, para la recolección de información se aplicó
un instrumento clínico de aplicación individual, conocido como: Mini Mental
Examination (MME), el cual, tiene una duración aproximada de 15 minutos, y se
utiliza para la valoración terapéutica de las funciones cognitivas de
pacientes, así como para verificar los niveles cognitivos y el rastreo de las
demencias. El MME se divide en 5 categorías de evaluación: orientación,
memoria, atención y cálculo, lenguaje, recuerdo diferido y capacidades
viso-constructivas. La puntuación máxima es de 30 puntos, considerando que la
puntuación igual o superior a los 25 puntos, sea de un estado normal. Así se
considera una perdida cognitiva leve de 21 a 24 puntos, moderada de 10 a 20
puntos y grave, cuando los resultados sean de 9 puntos o inferiores. La
puntuación bruta podrá necesitar correcciones de acuerdo con la escolaridad y
edad del usuario (Folstein, Folstein y McHugh, 1975).
Mientras que la Escala de Depresión, Ansiedad y Estrés
– EDAE (DASS-21 por sus siglas en inglés), en su forma abreviada de 21 ítems,
evaluó la regulación emocional. Esta es una prueba de auto aplicación que mide
tres dimensiones, con siete ítems cada una, se evalúa la intensidad de estados
afectivos de la depresión, ansiedad y estrés. Las opciones de respuesta son de
tipo Likert y clasifican de 0 a 3 puntos, donde 0 es no se aplica; 1 se aplica
poco; 2 se aplica bastante y 3 se aplica mucho (Gurrola-Peña, Balcáza-Nava,
Bonilla-Muños y Virseda-Heras, 2006; Lovibond y Lovibond, 1995; Román, Santibáñez
y Vinet, 2016). Importa referir que las pruebas de evaluación estaban
debidamente validadas, y que se aplicó a los participantes un breve
cuestionario sobre los datos sociodemográficos y una entrevista clínica.
En este sentido, se aplicaron tres sesiones por
participante, en la primera se les explicó las condiciones de formar parte de
este trabajo de investigación, se recompilaron los consentimientos informados,
se realizaron los cuestionarios sobre los datos sociodemográficos y la
entrevista clínica. En la segunda sesión se aplicaron las pruebas del MME y de
la EDAE, y en la última sesión, se comprobaron los datos de los expedientes, y
se realizó la entrega de resultados de las evaluaciones a cada uno de los
participantes por separado. Todo el proceso se ejecutó a través de la
plataforma virtual zoom, y teniendo en cuenta las orientaciones de la American
Psychological Association (2020) sobre la tele evaluación durante la pandemia del
COVID-19; para evitar cualquier riesgo de contagio y asegurar el cumplimiento
de las recomendaciones de la Secretaría de Salud Pública del Gobierno de México
y de la Organización Mundial de la Salud. Las sesiones fueron de 50 minutos y
no fueron grabadas.
Para los análisis de los datos, se empleó el programa
de análisis Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión
24.0 para el sistema Windows 10. Los análisis se iniciaron con una ejecución de
medidas de tendencia central, porcentajes y frecuencias con el objetivo de
observar las distribuciones de los puntajes de las variables sociodemográficas.
En una segunda fase de los análisis se aplicó una ANOVA para grupos
independientes, consideran los participantes con TRS, antecedentes de COVID-19 vacunados
(G1) y no vacunados (G2), bien como los participantes sin TRS, sin
antecedentes, y por ende, sin que se les hubiera considerado el hecho de estar
vacunados (G3), realizándose bajo un parámetro del 95% de confianza.
Finalmente, se efectuó un análisis correlacional con base en la estadística de
Spearman al 95% de confiabilidad, en sus categorías de orientación, registro,
lenguaje, memoria diferida y la regulación emocional (EDAE), desde la
depresión, ansiedad y estrés.
Por otra parte, es importante resaltar que la
participación de los integrantes del trabajo de investigación fue voluntaria,
en concordancia con los criterios éticos de confidencialidad y anonimato, bien
como de los criterios metodológicos difundidos por la American Psychological
Association (2010), Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial
(1964), Ley General de Salud (2021), Reglamento de la Ley General de Salud,
Norma Oficial Mexicana en materia de Investigación en Salud (2014), y Ley
General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados
(2017).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En primer lugar, se realizaron los análisis
sociodemográficos de los participantes, a partir de medidas de tendencia
central, así como porcentajes y frecuencias según la variable que se analizó.
En la Tabla 1 se puede observar que el 25% de la población está representada
por adultos jóvenes, el 48.3% por población adulta, y los adultos mayores
representaron el 26.6%. Participaron más hombres (n=123) que mujeres (n=117), y
en su mayoría, 48.8% poseían estudios de nivel superior; en cuanto a los datos
recogidos de los participantes con antecedentes de COVID-19, un 55% estuvo
hospitalizado, un 44% internados en la UCI y un 12% entubados, durante el
período de infección.
Tabla 1. Datos sociodemográficos de los participantes.
|
|
Participantes |
Hombres
|
Mujeres |
|
|
N=240 |
N=123 |
N=117 |
M(DE) |
M(DE) |
M(DE) |
||
Edad |
|
54.63
(14.00) |
55.19
(14.82) |
54.07
(13.27) |
f(%) |
f(%) |
f(%) |
||
Adultez
joven |
60
(25.00) |
32
(26.01) |
28
(23.93) |
|
Adultes |
116
(48.33) |
63
(51.21) |
53
(45.29) |
|
Vejez |
64
(26.66) |
28
(22.76) |
36
(30.76) |
|
Iletrados |
18
(7.50) |
8
(5.50) |
10
(8.54) |
|
Educación
básica |
30
(12.50) |
15
(12.19) |
15
(12.82) |
|
Educación
media |
94
(39.16) |
48
(39.02) |
46
(39.31) |
|
Educación
superior |
98
(40.83) |
52
(42.27) |
46
(39.31) |
|
No
hospitalizados |
108
(45.00) |
71
(57.72) |
37
(31.62) |
|
Hospitalizados |
132
(55.00) |
52
(42.27) |
80
(68.37) |
|
Internados
en la UCI |
53
(44.15) |
25
(48.07) |
28
(35.00) |
|
|
Entubados |
16
(12.12) |
6
(1.53) |
10
(12.50) |
Nota. N: número de participantes; M: media; y DE: desviación estándar.
En segundo lugar, se analizaron los datos cognitivos, por
función, a través del MME (Tabla 2), siendo que las relaciones entre los
participantes con TRS y vacunados antes de padecer de COVID-19 (G1) y los
participantes con TRS, pero no vacunados antes de la infección (G2) presentaron
diferencias estadísticamente significativas en: orientación (F = 4.6, p =
0.027) con un 95% de certeza, atención y calculo (F = 9.7, p = 0.032) con un
98% de certeza, y memoria diferida (F = 17.7, p = 0.034) con un 92% de certeza;
en lo que concierne a las funciones del lenguaje y registro, aunque no fueron
significativos se presentaron como muy altos.
Las comparaciones entre las personas con TRS,
antecedentes COVID-19 y sin cualquier esquema de vacunación antes de contraer
la enfermedad (G2), y los participantes sin TRS y sin antecedentes de COVID-19 (G3),
mostraron alteraciones estadísticamente significativas para toda la cognición,
algo que sería esperado. Por fin, cuando se comparan los datos arrojados entre
las personas con TRS, antecedentes COVID-19 y con algún esquema de vacunación
antes de la infección (G1), y participantes sin TRS y sin antecedentes de COVID-19
(G3) no se obtiene ninguna relación estadísticamente significativa.
Tabla 2. Prueba ANOVA para la evaluación cognitiva – MME.
|
|
Participantes |
Hombres
|
Mujeres |
|
|
N=240 |
N=123 |
N=117 |
M(DE) |
M(DE) |
M(DE) |
||
Edad |
|
54.63
(14.00) |
55.19
(14.82) |
54.07
(13.27) |
f(%) |
f(%) |
f(%) |
||
Adultez
joven |
60
(25.00) |
32 (26.01) |
28
(23.93) |
|
Adultes |
116
(48.33) |
63
(51.21) |
53
(45.29) |
|
Vejez |
64
(26.66) |
28
(22.76) |
36
(30.76) |
|
Iletrados |
18
(7.50) |
8
(5.50) |
10
(8.54) |
|
Educación
básica |
30
(12.50) |
15
(12.19) |
15
(12.82) |
|
Educación
media |
94
(39.16) |
48
(39.02) |
46
(39.31) |
|
Educación
superior |
98
(40.83) |
52
(42.27) |
46
(39.31) |
|
No
hospitalizados |
108
(45.00) |
71
(57.72) |
37
(31.62) |
|
Hospitalizados |
132
(55.00) |
52
(42.27) |
80
(68.37) |
|
Internados
en la UCI |
53
(44.15) |
25
(48.07) |
28
(35.00) |
|
|
Entubados |
16
(12.12) |
6
(1.53) |
10
(12.50) |
Nota. F: valor de la prueba; sig.: significancia
En tercer lugar, se examinaron los datos de la
regulación emocional por medio de la EDAE (tabla 3) y en cada una de sus
dimensiones, considerando que las relaciones estadísticamente significativas
entre G1 y G2 se verifican en los niveles de ansiedad (F = 4.3, p = 0.365) y en
los niveles de la depresión (F = 2.3, p = 0.273), y aunque con un valor no
significativo, el estrés se presenta con una relación muy alta y cercana a la
significancia. Mientras que las comparaciones entre G2 y G3, manifestaron en
todas las dimensiones de la regulación emocional, cambios estadísticamente
significativos.
Finalmente, se realizó una comparación entre los datos
arrojados por personas con TRS, antecedentes COVID-19 con esquema de vacunación
antes de la infección (G1), participantes sin TRS y sin antecedentes de COVID-19
(G3), y no consta ninguna relación estadísticamente significativa, siendo que
además, los datos ni siquiera representan cualquier riesgo a un cambio, porque
están fuera y distante de los valores circundantes a la significancia
estadística.
Tabla 3. Prueba ANOVA para la evaluación de la Regulación Emocional – EDAE.
|
|
Participantes |
Hombres
|
Mujeres |
|
|
N=240 |
N=123 |
N=117 |
M(DE) |
M(DE) |
M(DE) |
||
Edad |
|
54.63
(14.00) |
55.19
(14.82) |
54.07
(13.27) |
f(%) |
f(%) |
f(%) |
||
Adultez
joven |
60
(25.00) |
32
(26.01) |
28
(23.93) |
|
Adultes |
116
(48.33) |
63
(51.21) |
53
(45.29) |
|
Vejez |
64
(26.66) |
28
(22.76) |
36
(30.76) |
|
Iletrados |
18
(7.50) |
8
(5.50) |
10
(8.54) |
|
Educación
básica |
30
(12.50) |
15
(12.19) |
15
(12.82) |
|
Educación
media |
94
(39.16) |
48
(39.02) |
46
(39.31) |
|
Educación
superior |
98
(40.83) |
52
(42.27) |
46
(39.31) |
|
No
hospitalizados |
108
(45.00) |
71
(57.72) |
37
(31.62) |
|
Hospitalizados |
132
(55.00) |
52
(42.27) |
80
(68.37) |
|
Internados
en la UCI |
53
(44.15) |
25 (48.07) |
28
(35.00) |
|
|
Entubados |
16
(12.12) |
6
(1.53) |
10
(12.50) |
Nota. F = valor de la prueba; sig. = significancia.
Como cuarto y último análisis estadístico se
realizaron correlaciones entre los datos más relevantes arrojados por el MME y
por la EDAE, entre grupos (G1, G2 y G3), con base en la estadística de Spearman
al 95% de confiabilidad (tabla 4), siendo que se encontró una correspondencia
entre orientación y estrés (r = 0.042, p = 0.001) con un 99% de certeza y un grado
de relación del 42%, o sea, que entre la orientación y el estrés se pudo
verificar una afectación mutua (la orientación afecta el estrés de igual manera
que podría ser el estrés quien afecte a la orientación); lo mismo que entre la
orientación y ansiedad; (r = 0.325, p = 0.002) con un 99% de certeza y un grado
de relación del 39%. Además, se estableció una relación entre la atención y
calculo, y la ansiedad (r = 0.376, p = 0.012), con un 86% de certeza y una
influencia del 35%; y finalmente, entre la memoria diferida y el estrés (r =
0.031, p = 0.009), con un 79% de certeza y una relación de 27%.
Tabla 4. Correlaciones estadísticas entre la prueba MME y
EDAE.
|
|
Participantes |
Hombres
|
Mujeres |
|
|
N=240 |
N=123 |
N=117 |
M(DE) |
M(DE) |
M(DE) |
||
Edad |
|
54.63
(14.00) |
55.19
(14.82) |
54.07
(13.27) |
f(%) |
f(%) |
f(%) |
||
Adultez
joven |
60
(25.00) |
32
(26.01) |
28
(23.93) |
|
Adultes |
116
(48.33) |
63
(51.21) |
53
(45.29) |
|
Vejez |
64
(26.66) |
28
(22.76) |
36
(30.76) |
|
Iletrados |
18
(7.50) |
8
(5.50) |
10
(8.54) |
|
Educación
básica |
30
(12.50) |
15
(12.19) |
15
(12.82) |
|
Educación
media |
94
(39.16) |
48
(39.02) |
46
(39.31) |
|
Educación
superior |
98
(40.83) |
52
(42.27) |
46
(39.31) |
|
No
hospitalizados |
108 (45.00) |
71
(57.72) |
37
(31.62) |
|
Hospitalizados |
132
(55.00) |
52
(42.27) |
80
(68.37) |
|
Internados
en la UCI |
53
(44.15) |
25
(48.07) |
28
(35.00) |
|
|
Entubados |
16
(12.12) |
6
(1.53) |
10
(12.50) |
Nota. Sig. (bilateral) = significancia bilateral
Discusión
Antes de iniciar la discusión de los datos arrojados
por las evaluaciones, parece esencial referir dos aspectos asociados a las
vacunas, primero, que se aplicaron muy pocas dosis de los inmunógenos de virus
inactivo y siempre como refuerzo, no como esquema completo inicial de
vacunación; segundo, que se aplicaron diversas pruebas estadísticas, incluso t
de student para muestras independientes, con el propósito de verificar si
existían diferencias estadísticamente significativas para la protección entre
las diferentes vacunas: ARN mensajero y Adenovirus, pero no se verificó
cualquier significancia, siendo que con esta muestra y sus características el
nivel de protección de los diferentes inmunógenos fue similar para las secuelas
de post-infecciosas de COVID-19 en personas con TRS, antecedentes de COVID-19 y
cualquier esquema de vacunación completo y al menos una dosis de refuerzo (Da
Silva et al., 2021a; 2022b; Faraone, 2018).
Parece igualmente relevante referir que el análisis de
los resultados expresa un consumo simultaneo o alternado de sustancias
psicoactivas, en G1 y G2, policonsumidores que, según la entrevista clínica,
resulta de la conveniencia que los sujetos de la muestra tenían con relación a
la facilidad de adquisición y el bajo costo de las sustancias. Por otra parte,
estos consumidores ingieren varias sustancias, mezclando psicoestimulantes con
psicodepresores, y conforme compartieron desde las entrevistas, afirman que
esta forma de consumo les permite vivenciar estados de ánimo antagónicos. En definitiva,
buscaban sentir, en un momento dado, altos niveles de activación física y
mental, bajo una sensación de energía que perciben como inagotable; después,
experimentar estados de ánimo de tristeza, desconexión personal con el entorno
y con lo que les rodea, algo similar a los estados de despersonalización y
desrealización parcial (Da Silva, Carvalho, Pombo y Gómez, 2019).
Ahora bien, fue posible verificar alteraciones
significativas entre los participantes con TRS, antecedentes de COVID-19 y
vacunados antes de la infección (G1) y no vacunados antes de la infección (G2),
al menos en tres aspectos de los procesos cognitivos: orientación, atención -calculo,
y memoria diferida. En dos dimensiones de la regulación emocional: ansiedad y
depresión. Estos déficits representan las secuelas post-infecciosas del
COVID-19 que aparecen en los no vacunados, a reserva, de que, por fortuna, la
mayoría de estas alteraciones serán transitorias. (Hampshire, et al., 2020; Stock,
Rädle y Beste, 2018). Resultados idénticos se encontraron en estudios
iniciales, donde aún no se conocía el efecto de la vacuna y donde se dividieron
a los pacientes con TRS por participantes con y sin antecedentes de COVID-19, e
igualmente se verificó un empeoramiento de los déficits en los consumidores de
sustancias psicoactivas, además de los antecedentes de COVID-19 (Da Silva et al.,
2021b; 2022a).
Sin embargo, la inclusión de un grupo de personas sin
TRS y sin antecedentes de COVID-19 (G3) permitió una comparación interesante,
que fue realizada, en primer lugar, entre G2 y G3, donde se encontraron valores
estadísticos significativos para todos los parámetros de la cognición, bien
como para todas las dimensiones de la regulación emocional. Lo anterior, no
quiere decir que los participantes con TRS y antecedentes de COVID-19 que no
fueron vacunados antes de la infección presentaran, literalmente, secuelas
post-infecciosas en todos los aspectos cognitivos y emocionales, porque la
comparación se realiza con personas sin TRS, lo que por sí, sugiere la
significancia de diversas alteraciones que no están exclusivamente asociadas a
los efectos de la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2 (Bombón-Albán, 2021;
Hampshire et al., 2020; Stock, Rädle y Beste, 2018). Inclusive, porque en
estudios previos, con muestras diagnósticas con TRS y sin TRS, los resultados
son idénticos, este es el impacto de comparar un fenómeno con un grupo de
control (Da Silva et al., 2021a).
La inclusión de este mismo grupo de personas sin TRS y
sin antecedentes de COVID-19 (G3) fue crucial para el objetivo de esta
investigación, una vez que permite indagar sobre las comparaciones de G1 con
G3. Así, cuando se compararon los participantes con TRS, antecedentes de COVID-19
y vacunados antes de la infección, con personas sin TRS y sin que padecieran de
COVID-19, se verificó que no existe ninguna diferencia estadísticamente
significativa en ambos grupos, ni en los mecanismos cognitivos, ni en la
regulación emocional. En definitiva, ambos grupos, G1 y G3, comparados entre sí
actúan como si hubiera ausencia de enfermedad. Cabe resaltar que lo más
relevante de esta comparación, es que tal fenómeno sucede independientemente
del diagnóstico previo de TRS que presenta G1, a diferencia de la comparación
entre G2 y G3, el cual, no es un factor relevante (Castillo y Castillo, 2022).
Al mismo tiempo, esta comparación entre G1 y G3
permite verificar que las vacunas contra la COVID-19, además de la eficacia que
han demostrado en la mayor protección de la persona infectada para una
situación moderada y severa de la dolencia, también evita la defunción de los
infectados, y parece proteger a las personas con TRS, y contagiadas con el virus
SARS-CoV-2 contra las secuelas post-infecciosas de COVID-19, independiente del
tipo y temporalidad, transitoria o permanente (Humphreys y Sebastian, 2017; Malvy
et al., 2019; Sánchez y Bermejo, 2020).
CONCLUSIONES
Existe un incremento a nivel significativo de los
déficits cognitivos relacionados con la orientación, atención- calculo, y
memoria diferida; también con la regulación emocional en lo que concierne a los
niveles de ansiedad y depresión entre personas con TRS, y antecedentes de COVID-19
que tienen vacunación previa a la infección. Pero no existe un cambio
significativo en las personas diagnosticadas con TRS, antecedentes de COVID-19,
que no están vacunadas antes de la infección. De la misma manera, con personas
sin TRS y sin antecedentes de COVID-19. Por ello, la vacunación previa a una
infección por SARS-CoV-2 puede evitar el surgimiento de secuelas
post-infecciosas del COVID-19.
Sin embargo, se refuerza la idea de un trastorno
previo e importante en las personas con TRS, el cual se agrava mediante la
enfermedad del COVID-19. De esta forma, se comprende que algunos cambios
cognitivos pueden estar afectados como consecuencia de la desregulación
emocional, siendo que también existe la posibilidad de que sea la cognición la
causa de los altos niveles de estrés, ansiedad y depresión, en todo caso, es
una influencia importante que considerar.
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CONFLICTO DE INTERESES. Sin conflicto de
intereses.