REPSI -
Revista Ecuatoriana de Psicología
https://repsi.org
Volumen 6, Número 15,
mayo-agosto 2023
ISSN: 2661-670X
ISSN-L: 2661-670X
pp. 121 – 129
Conductas
sexuales de riesgo en adolescentes de Latinoamérica
Risk Sexual Behaviors in Latinamericans
Adolescents
Comportamentos
sexuais de risco em adolescentes na América Latina
Martha Cecibel Paredes López1
mcparedesl@uce.edu.ec
https://orcid.org/0000-0003-1953-2886
Estuardo Beethoven Paredes
Morales1
ebparedes@uce.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-9722-5091
Silvio
Fonseca-Bautista1
srfonseca@uce.edu.ec
https://orcid.org/0000-0001-9064-1220
Rosario Paredes Morales2
rlparedes2@espe.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-7640-4525
Samuel Paredes
Revelo3
samuelbethoven@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0001-7042-0228
1Universidad Central
de Ecuador. Quito, Ecuador
2Universidad
de Fuerzas Amadas. Quito, Ecuador
3Medico
Clínica Adventista del Quito. Quito, Ecuador
Recibido
el 6 de diciembre 2022 / Aceptado el 21 de diciembre 2022 / Publicado el 15 de
marzo 2023
Escanea en tu dispositivo móvil o revisa este artículo en:
https://doi.org/10.33996/repsi.v6i15.94
Las conductas
sexuales de riesgo en los adolescentes tienen una línea de investigación de
procesos sociales, culturales y políticas públicas. El objetivo del estudio fue
identificar las conductas sexuales de riesgo en adolescentes de Latinoamérica.
Se realizó una revisión sistemática bajo el enfoque cualitativo, no
experimental, de corte longitudinal, se realizó la búsqueda a través de PubMed Tripdatabase, de los
últimos
En la actualidad las conductas sexuales de riesgo
constituyen uno de los problemas de gran importancia para todos los países,
dado que conlleva compromisos en su salud biológica y psicológica (Olivera,
2016). A su vez estas conductas sexuales de riesgo en los adolescentes, pueden
favorecer la exposición a infecciones de transmisión sexual y embarazos no
planificados (Alcindor et al., 2019). El
comportamiento sexual durante esta etapa de la vida se caracteriza por la
promiscuidad, la falta total de protección y la alta frecuencia de realizarla
en encuentros casuales no planificados (Chávez, 2019). En este sentido, en los
adolescentes existe un adelanto en la edad de inicio de las relaciones sexuales
en Latinoamérica, generalmente sin protección (OMS, 2019).
Entre los adolescentes es común no utilizar métodos de
protección y si lo hacen no es de forma adecuada. Además, suelen establecer
relaciones sexuales combinando consumo de alcohol con otras drogas y con cambio
frecuente de pareja (Alfonso y Figueroa, 2017). Las consecuencias de estas
conductas sexuales de riesgo, incluyen incremento anual del 15% de las
infecciones de trasmisión sexual en adolescentes y del 11% de embarazos en
edades entre 14 y 19 años, mientras que las relaciones protegidas, utilizando
el preservativo, se practican en apenas el 8% (Pinos et al., 2017).
Cabe destacar, que en el aspecto evolutivo el paso de la
infancia a la edad adulta, como intermedio en los adolescentes experimentan
numerosos cambios físicos, emocionales y sociales. La conducta sexual de riesgo
que está definida como la exposición del individuo a situaciones que pueden
ocasionar daños en su salud; pueden ser, las infecciones de transmisión sexual
y los embarazos no deseados, mismos que constituyen los dos principales
problemas asociados a la conducta sexual de riesgo. Ambas son frecuentes en la
adolescencia, llegando a ocupar el 50% de todas las consultas (Chávez, 2019).
Así mismo, las conductas de los adolescentes han sido
medidas en numerosos estudios, explorando variables como la edad de la primera
relación sexual, la frecuencia de la actividad sexual, la cantidad de parejas
en un determinado tiempo, el uso de preservativo durante las relaciones
sexuales y el uso de otros métodos anticonceptivos (Chávez, 2019).
En este sentido, el
estudio realizado en Latinoamérica por Pengpid y Peltzer (2020) sobre conductas sexuales de riesgo en
estudiantes adolescentes refiere que 41,4% de ellos habían mantenido relaciones
sexuales alguna vez. Entre los adolescentes sexualmente activos, se encontró
que el 58,8% había tenido ≥2 parejas sexuales; que el 58,6% había tenido un
debut sexual precoz (≤14 años); que el 41,9% no había utilizado ningún método
anticonceptivo durante la última relación sexual; que el 28,4% no habría
utilizado condón la última vez que tuvo relaciones sexuales. Y que, de toda la
muestra, el 31,9% de adolescentes se habían involucrado en dos o más
(múltiples) conductas sexuales de riesgo.
Por ello, nace la necesidad un estudio, con el propósito
de identificar las conductas sexuales de riesgo en adolescentes de
Latinoamérica. Su importancia radica en que los resultados podrán ser usados
para detectar y disminuir tempranamente los factores que influyen y establecer
programas de abordaje desde el sistema de salud (primer nivel de atención) o el
sistema educativo, modificando el presente y futuro de los adolescentes.
Para
el desarrollo del estudio se realizó una revisión sistemática bajo el enfoque
cualitativo, no experimental, de corte longitudinal, las búsquedas se hicieron
a través de las bases de datos electrónicas como PubMed, Tripdatabase, en las que se incluyó artículos que contenían temáticas
relacionadas con las conductas sexuales de riesgo en estudiantes adolescentes.
Se seleccionaron 49 artículos publicados relacionados con la temática
establecida en la investigación en un periodo de años entre 2016 al 2021. De estos artículos, fueron seleccionados 20 documentos para
la selección, análisis y procesamiento de la información. Dentro de los
criterios de inclusión se consideraron que los artículos fuesen desde el
2016-2021, el tipo de metodología, que las variables conductas sexuales de
riesgo, adolescente y fuesen estudios de Latinoamérica, como criterios de
exclusión fueron descartados los artículos duplicados y las variables que
guardaban relación. Para
la búsqueda, revisión, organización y análisis de las bases electrónicas de datos, se aplicó la guía PRISMA, por ello,
se utilizó palabras claves como, “conductas sexuales de riesgo”, “adolescentes”
y “Latinoamérica”. Se utilizó la declaración modificada por los autores.
La salud y el bienestar
de los adolescentes están estrechamente relacionados con su desarrollo físico,
psicológico y social. Pero esto se ve amenazado por los peligros para la salud
sexual y reproductiva que aumentan en gran parte del mundo. Las conductas
sexuales de riesgo constituyen un fenómeno social y multifactorial, que con
frecuencia cambia de acuerdo al momento histórico y el contexto sociocultural.
Sin embargo, es prevenible si se recibe información oportuna acerca de los
riesgos, así como sus consecuencias para fortalecer la habilidad de tomar
decisiones sexuales responsables (Figueroa et al., 2019).
Sin embargo, durante
la adolescencia son frecuentes los comportamientos sexuales que representan
algún riesgo para la salud física o emocional. Por ello, esta población
adolescente, al no tener una información adecuada acerca de los métodos anticonceptivos,
actúa con base en opiniones y conceptos derivados de mitos y criterios
erróneos. En muchos casos no se utilizan de forma correcta y sistemática los
métodos anticonceptivos (MAC), por ende, solo se mantienen relaciones sexuales
no planificadas o de forma esporádica y sin protección. En este sentido, muchos
adolescentes no conocen acerca de la anticoncepción de emergencia y la manera
de tener acceso a este método, igualmente a los métodos de barrera, dando como
consecuencia la incidencia de las Infecciones de Trasmisión Sexual (ITS). Al
respecto, Peláez (2016) sostiene que entre esta población se evidencia la
necesidad de que reciban un adecuado asesoramiento sobre los MAC, su uso y
acceso, para que puedan protegerse y evitar las consecuencias de la relaciones
sexuales a esta edad.
Por otro lado, Robles
y Espinel (2017) en su estudio realizado en Ecuador, evidenciaron conductas
sexuales de riesgo frecuentes entre los participantes. Estas incluyeron:
mantener relaciones sexuales sin condón, en el 64% de los casos; infidelidad en
el 34% y la combinación de alcohol con las relaciones sexuales. Se evidenció
correlación entre el comportamiento sexual de riesgo y la popularidad e
impopularidad. Los populares asumen menos riesgos en comparación con los
impopulares, que tienen una exposición más elevada para la conducta sexual
riesgosa.
Cabe destacar que en
los adolescentes la conducta de popularidad se vincula con la experimentación
del inicio de la vida sexual. En los varones se relaciona la experiencia sexual
con un mayor nivel de vida en grupo y de socialización positiva, mientras que
en las mujeres la iniciación sexual está relacionada más con una experiencia.
En Colombia se realizó un estudio que evidenció que el 63% de los participantes
inició su actividad sexual antes de los 18 años y el 87% había participado una
o más veces en comportamientos sexuales de riesgo (Badillo et al., 2020).
Por otro lado, y en referencia
a otra conducta sexual de riesgo en lo referente al consumo de alcohol y el
inicio temprano de las relaciones sexuales en adolescentes, son conductas que cada
día son más frecuentes, ya que el consumo de alcohol está más extendido y
normalizado que el de otras sustancias. Por ello, los espacios en los que se
acceda a dicho consumo, es más probable que un adolescente bajo los efectos del
alcohol y otras sustancias, corra el riesgo de tener relaciones sexuales sin
utilizar medidas preventivas para evitar embarazos no planeados y/ o enfermedades
de trasmisión sexual, desencadenando de esta manera varias conductas sexuales
de riesgo , como la promiscuidad, el uso de sustancias, la no utilización de
métodos anticonceptivos de barrera u hormonales y el alto riesgo de ITS
(Ceballos y Rodríguez, 2016).
También, el embarazo
en la adolescencia es considerado otra conducta sexual de riesgo con un alto
porcentaje, ya que a menudo conduce a resultados adversos que afectan la salud
de la madre y del niño de diversas formas, además contribuyen a un mayor riesgo
de mortalidad y morbilidad materna, especialmente en las más jóvenes. Entonces
la alfabetización completa en salud sexual y reproductiva a esta población se
asocia con una reducción sustancial de los embarazos de adolescentes en América
Latina (Dongarwar y Salihu,
2019).
En este orden de
ideas, la estrategia para dar paso a la alfabetización en salud sexual y reproductiva,
es la educación sexual integral por cuanto ha demostrado su eficacia al
proporcionar información veraz, científica y empática a los jóvenes en estos
temas. Los efectos positivos que ejerce esta educación en el aumento de los
conocimientos adquiridos por los adolescentes y la mejora de su actitud en
relación con la salud sexual y reproductiva. Las investigaciones también han
puesto de manifiesto que los programas de educación de planificación familiar,
normativa de métodos anticonceptivos y prevención del embarazo en adolescentes cuentan
con un plan de estudios que ayudan a retrasar la edad en la que se empieza a
tener relaciones sexuales. A su vez, permiten disminuir la frecuencia de las
relaciones sexuales, rebajar el número de parejas sexuales, reducir la
exposición a riesgos e incrementar el uso de preservativos y anticonceptivos
Por lo tanto, entre
el 2011 y el 2014 se implementó en Bolivia, Ecuador y Nicaragua el Proyecto de
Atención de la Salud Reproductiva Integrada en la Comunidad para Adolescentes
(CERCA) para probar la efectividad de las intervenciones que previenen los
embarazos de adolescentes. A nivel mundial, 16 millones de niñas de entre 15 y
19 años quedan embarazadas anualmente y el 95% de casos sucede en países de
bajos recursos. Ecuador tiene la tasa más alta de embarazo adolescente en
América del Sur con más del 20% y alcanza niveles del 30% en comunidades pobres
(Rojas et al., 2016).
Si bien las
relaciones sexuales sin protección son la razón básica de los embarazos no
deseados, este comportamiento individual está fuertemente influenciado por
factores interpersonales, institucionales, sociales y estructurales. La
evaluación post-hoc del proyecto demostró lo limitada que es la existencia de
estudios que informan sobre procesos de intervención de promoción de la salud
sexual y reproductiva para adolescentes. Además, se evidenció que se subestima
la importancia de los tabúes culturales en relación con los comportamientos
sexuales de los adolescentes. Sin embargo, se presentaron cambios positivos
significativos en todos los entornos, con mejoras en la comunicación entre
adolescentes y padres y con acceso a información de Salud Sexual y Reproductiva
(SSR) de calidad (Ivanova et al., 2016; Cordova et al., 2015).
Por otro lado, en la
actualidad existe gran interés en la reducción de riesgos de la salud sexual
con el uso de las redes sociales, a través de Facebook y WhatsApp.
Investigaciones han demostrado que los jóvenes prefieren la tecnología
confiable antes que reuniones cara a cara, debido a la posibilidad de mantener
su anonimato y privacidad. Esto podría establecer comunicación entre los
proveedores de salud y la juventud ecuatoriana para difundir información y
responder consultas privadas. Otra alternativa que intenta abrirse paso es la
de involucrar a adolescentes en el diseño de un programa de educación para la
salud por mensajería de texto (Rokicki et al., 2017).
Mientras que, en los
Estados Unidos y África se ha demostrado la eficacia de la tecnología implementada
en educación para la salud. A pesar de estos éxitos, ningún estudio ha
examinado a una comunidad sudamericana de bajos ingresos, con respecto a la
aceptabilidad de un programa de reducción de riesgos de salud sexual en
adolescentes, ni ha involucrado a los participantes antes de la implementación
del programa (Reynolda et al., 2019).
La adolescencia es
una etapa de transición, con componentes emocionales y sociales y derivan
cambios importantes en el cumplimiento de sus roles (Florenzano,
2005). Considerar que las conductas sexuales de riesgo son prevenibles a través
de programas de educación sexual y estilos de vida saludables con enfoque
psicosocial (OPS y Petrie, 2006).
En
las investigaciones se afirma que por su naturaleza de transición y búsqueda de
identidad el adolescente tiene un sentido de pertenencia fallido y que, aunque convencionalmente
no se menciona como factor de riesgo sexual. Las investigaciones sugieren que el
adolescente tendría encuentros sexuales sin protección para satisfacer sus
necesidades de sentirse amado y aceptado, como el sentido de pertenencia y por
lo tanto va ser permanente (Wood y Hendricks, 2017;
Vanegas y Valles, 2019).
Por otro lado, las
jóvenes a menudo se ven afectadas de manera importante por el embarazo precoz.
Esto, debido a que se encuentran en situación de pobreza, en exclusión social,
a que atraviesan violencia sexual o debido al matrimonio infantil. Además, esto
se debe al acceso limitado a la educación integral en sexualidad y a los
servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la información sobre
anticonceptivos, asesoramiento y servicios de atención. Es probable que las relaciones
sexuales en la adolescencia, especialmente en los países latinoamericanos, se
desarrollen sin el uso de anticonceptivos modernos o sin protección contra las
enfermedades de transmisión sexual, incluido el virus de la inmunodeficiencia
humana (Caffe et al., 2017).
También se atribuyen
otros factores que varían de acuerdo con el contexto sociocultural, familiar,
socioeconómico y las características propias de la edad adolescente en
particular. Esto, por el deseo de explorar y tener nuevas experiencias.
También, de ampliar su círculo social en fiestas y discotecas, en las cuales es
proclive el consumo de bebidas alcohólicas e incluso de otras sustancias (Ceballos
y Rodríguez, 2016). Otro elemento, el analfabetismo en salud sexual y
reproductiva, es un factor de riesgo para el embarazo adolescente afectando
profundamente las trayectorias de vida de las niñas, limitando su nivel
educativo y su potencial de ingresos, provocando la probabilidad de pobreza económica
(Figueroa et al., 2019).
A parte de la calidad
de educación sexual (Fisher et al., 2020) es
importante los contenidos que deben apuntar a establecer en los adolescentes
proyectos de vida en función de sus propias realidades sociales familiares
(Reyes y González, 2014). Por ello, se reafirma que la educación sexual
integral viene a ser un puntal fundamental, para adecuada retroalimentación
entre los educandos y educadores, en este sentido es necesario que los
educadores propicien habilidades sociales y de afrontamiento para cuando adolescentes
se enfrenten a los escenarios sociales provocadores puedan evitar entrelazarse
en conductas sexuales de riesgo (Jennings et al., 2014).
A través del
desarrollo de este estudio se puede considerar a la población
adolescente como única dentro de su propio contexto de influencias culturales,
familiares económicas y políticas; permitirá ser específicos en la
intervención, pues las realidades sociales no pueden generalizarse para todos
los adolescentes. La prevención para disminuir las conductas de riesgo en las
relaciones sexuales entre adolescentes significa un gran desafío a nivel de la
salud mundial. La falta de educación en salud sexual es una barrera para el
acceso a la salud y al conocimiento de las conductas sexuales de riesgo como la
precocidad sexual, la promiscuidad, la no utilización de métodos
anticonceptivos y el embarazo adolescente. A esto se pueden agregar otras
situaciones, no menos importantes, como la depresión, el aborto inseguro, el
parto prematuro, el retraso en el desarrollo psicosocial y familiar, la
estigmatización social, la violencia de pareja y la pobreza cíclica.
Para atender esta
situación, una de las estrategias que permite lograr avances en la disminución
de estas conductas de riesgo, es la educación sexual. Con esta se deben dar a
conocer los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la
sexualidad, orientada a proporcionar los conocimientos, actitudes y valores que
permitan al adolescente el disfrute de salud, bienestar y dignidad. De este
modo se establecen relaciones sociales y sexuales adolescentes respetuosas, con
la consciencia de que sus decisiones afectan no solo su propio bienestar sino
también el de otras personas. Las acciones preventivas que se logren
implementar permitirán la formación de adolescentes con sentido de
responsabilidad, desarrollados en ambientes favorables y que muestren conductas
sexuales sanas, prevengan riesgos y sus consecuencias.
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